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martes, 19 de abril de 2011

TÓTEM Y TABÚ


Hace un tiempo hablaba en estas mismas páginas de El libro rojo de Jung, ahora le toca el turno a un libro clásico de su colega, Sigmund Freud.

El trabajo Tótem y tabú fue escrito por Freud en 1912 y recoge las interpretaciones psicoanalíticas del autor pero proyectadas sobre la antropología. Esto último fue lo que me hizo leer este libro en una de sus primeras ediciones en esta misma colección de bolsillo, pero supongo que dicho ejemplar duerme el sueño de los justos en algún olvidado anaquel de la librería de un amigo al que se lo presté. (1) Por ello celebro que Alianza Editorial reedite este título con una interesante portada, por cierto, que recuerda a las geniales cubiertas del desaparecido Daniel Gil, aunque la presente sea de Manuel Estrada. Ya que estoy nombrando a los grandes olvidados en las reseñas, portadistas y traductores, decir que la traducción corre a cargo de Luis López-Ballesteros y de Torre.

El horror al incesto, animismo, las concordancias entre la vida anímica de los salvajes y la de los neuróticos, magia o las teorías sobre el origen del totemismo son algunos de los capítulos que todo interesado, como es mi caso, en la antropología cultural debería leer. Recuerdo que, en su momento, me interesó sobremanera el apartado dedicado al tabú a los muertos, y digo muertos y no muerte porque sí, señores, los muertos pueden matar, por lo menos en algunas culturas primitivas.

Freud

El apartado sobre el tabú, en particular en la aversión a las suegras (en tribus primitivas), puede ser esclarecedor para algunos, y quizá les cree un conflicto, si leen que puede que, inconscientemente, las deseen. Aunque era una forma de exorcizar posibles peligros, ya que era una manifestación de la exogamia, palabro que designa la costumbre o regla de contraer matrimonio con personas de otras tribus, fuera del clan totémico. Por otra parte, Wilhelm Wundt, padre de la psicología experimental, en su libro Mito y religión y citado por Freud en ésta obra, nos dice:

“El tabú es el más antiguo de los códigos no escritos de la humanidad, y la opinión general lo juzga anterior a los dioses y a toda religión.”

Las cuestiones sobre la ambivalencia de los sentimientos con respecto al tabú, les confieso que lo he entendido mejor en esta relectura que cuando lo leí por primera vez. Los argumentos sobre el sentimiento de culpa, de no haber hecho lo suficiente, el no haber estado ahí, ante la pérdida de un ser querido, no se asimilan hasta que se viven en carne propia como es mi caso y el de muchos que lean esto.

También es interesante lo que se dice sobre la postura ante el que rompe las reglas o se salta el tabú. Hay que castigarlo para que no cunda el ejemplo, pero aquí también se refleja la ambivalencia, entre el castigo y el miedo a nuestros propios instintos que quizá no estén tan alejados al de los del infractor. Este párrafo, por ejemplo, da mucho que pensar:

“Cuando un individuo ha conseguido satisfacer un deseo reprimido, todos los demás miembros de la colectividad deben experimentar la tentación de hacer otro tanto; para reprimir esta tentación es necesario castigar la audacia de aquel cuya satisfacción se envidia, y sucede además, con frecuencia, que el castigo mismo proporciona a los que lo imponen la ocasión de cometer a su vez, bajo el encubrimiento de la expiación, el mismo acto impuro. Es éste uno de los principios fundamentales del orden penal humano y se deriva, naturalmente, de la identidad de los deseos reprimidos en el criminal y en aquellos que se hallan encargados de vengar a la sociedad ultrajada.”

Edición de 1913

Este es uno de esos libros que se leen con el lápiz en la mano, para ir subrayando. No es una lectura fácil, pero ya saben, lo fácil se olvida pronto y sólo lo que cuesta un esfuerzo permanece (por favor, publicistas, si van utilizar esta frase no se olviden que yo también tengo mis gastos). Como me escribió hace poco alguien en un correo, no todo va a ser novela, y les confieso que llevo un tiempo refugiado en el ensayo, esperando que escampe. Por cierto, y perdónenme la digresión, pero no les parece qué se publican demasiadas novelas de género negro o policial…, incluso autores que renegaban de los “géneros” o lo consideraban menores, ya tienen su novela negra en el mercado. En fin, ya trataré el asunto con interlocutores más preparados que yo. ¡Ojo!, no me parece mal que por fin lectores y editoriales (aunque sea por puro interés comercial en el caso de éstas últimas) le presten atención a un género tradicionalmente maltratado, salvo honrosas excepciones, en nuestro país, pero a ver si vamos a morir de éxito, como dijo aquel.

Pero bueno, como les decía, éste ensayo de Freud es muy interesante y son 224 páginas (8,50 €) y con los tochos que están de moda ahora, siempre se agradece. Después pueden relajarse con una buena novela, si es que la encuentran, claro.

© JAVIER CORIA

NOTA (1): No presten los libros si es que los tiene en estima, y sobre todo a los amigos que acaban de sufrir una ruptura sentimental, no los leerán y no suelen devolverlos, no por mala fe, es por olvido o desidia. No sé si les ha pasado a ustedes, pero cada vez que amigos o conocidos (aquí utilizo el genérico masculino) se separan, de repente les seduce la cultura, van al cine, se interesan por los últimos estrenos de teatro y vuelven, o empiezan a leer, bueno, a pedir libros, que luego no devuelven cuando las aguas emocionales se remansan. ¿Cuántos tsunamis sentimentales estarán llenando las librerías en estos días?

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