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martes, 18 de enero de 2011

LITERATURA Y DESPOJOS


Curioso artículo de lo que podemos llamar "reliquias laicas". Más de uno y de dos estamos pensando en el futuro "Panteón Patrio de Despojos Literarios" y frases como: Puestos al fuego, todos los escritores se deshacen como el tocino, nos traen a la memoria más de un nombre que dejaremos para mejor ocasión.

Por Antonio Martínez Ron

El día en que murió Mary Shelley encontraron el corazón de su marido envuelto en un papel, como si fuera un paquete de la carnicería. Durante casi treinta años, la escritora había conservado la víscera empaquetada en un poema de Keats, prometeica esperanza de no-vida hacia la vida. El día de la desgracia, el 8 de julio de 1822, Lord Byron y otros amigos habían quemado el cuerpo del recién ahogado Percey Shelley en una playa de Viareggio y habían rescatado su corazón ignífugo de entre las cenizas. En una visión menos romántica del asunto, un estudio del Journal of the History of Medicine sugirió en 1955 que el corazón de Percey no había sobrevivido a las llamas en virtud de una infinita bondad o fuerza metafísica, sino a causa de una masiva calcificación que le estaba consumiendo en vida.

Puestos al fuego, todos los escritores se deshacen como el tocino. La materia de sus cuerpos suele correr una suerte aciaga, como si el destino ejerciera de barrera infranqueable para sus esqueletos pero no para sus escritos. Cabezas perdidas, huesos traspapelados, cenizas esparcidas; la lista de despropósitos es interminable.

Las cenizas de la escritora Dorothy Parker, por ejemplo, pasaron más de una década olvidadas en un despacho sin que nadie acudiera a reclamarlas. Los restos mortales de Dante, traídos y llevados de Rávena a Florencia durante siglos, reaparecieron por casualidad hace unos años en una estantería de la Biblioteca Nacional de Florencia, en el interior de un sobre perfectamente etiquetado que alguien había traspapelado durante una mudanza.

Un breve repaso histórico-forense nos permitiría afirmar que casi todos los cadáveres literarios andan aún intercambiados o perdidos. Un reciente estudio demostró que la tumba de Quevedo, en una ermita de Villanueva de los Infantes, contiene en realidad el cráneo de una mujer joven con todas las piezas dentales. La viuda de Yeats, que acudió a Francia a recoger los restos del poeta hacia 1940, se llevó a Irlanda un montón de huesos cogidos al azar de un osario común, donde el poeta había sido arrojado sin ningún miramiento.

En el año 2003, un grupo de científicos de la Universidad de Tucson (Estados Unidos) exhumó los restos del viejo Petrarca con la firme intención de reconstruir la forma de su rostro a partir de la estructura del cráneo. Finalmente, terminaron reconstruyendo el rostro de una mujer que vivió hacia el 1200, un siglo antes que Petrarca, y cuyo cráneo había sido hábilmente utilizado para dar el cambiazo.

Raras veces sobrevive algún vestigio, por eso la más mínima pista se guarda como oro en paño. En el pequeño Centro de Documentación Teatral de Barcelona se conserva el metacarpo de la mano derecha de don Pedro Calderón de la Barca, expuesto en una vitrina como si se tratara de una reliquia de santo. Pequeño e incorrupto, el dedo de Calderón descansa tras el cristal con aires de hueso para el caldo. Nada más ha sobrevivido del cuerpo del dramaturgo, solo ese dedo impertinente que, desde la noche de los tiempos, señala en dirección a nuestro destino cierto.

Leído en el Diario Despertar de Oaxaca

1 comentario:

  1. Los escritores (los buenos escritores) viven y se conservan en sus obras. Nunca me ha gustado la veneración por los despojos.

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